Preguntas
Es puro plagio! lo sé! pero no puedo dejar pasar la
oportunidad de poneros este magnífico ensayo, cortesía de
mi amiga Julia Cano :
Asegura mi médico que es un milagro que la oreja sea oreja
todos los días. O que la nariz sea nariz, y así sucesivamente.
No es que quiera decir que lo normal es que la oreja sea un
día patata y otro zanahoria, sino que para mantener esa rutina
orgánica es preciso un mecanismo cuya complejidad es lo que
nos hace a usted y a mí prácticamente incomprensibles.
Y lleva razón mi médico. Personalmente, me parece asombroso
que la Luna salga todas las noches, y que los astros funcionen
con la precisión de un reloj suizo. Lo normal es que cada día
giraran a una velocidad diferente, incluso que algunos días
no giraran.
Y que los asteroides chocaran unos con otros todo el rato,
como los automóviles en la operación retorno. Pero ahí los
tienen ustedes, repitiendo cada hora lo mismo, con una
exactitud que no sabemos a qué se debe ni cuánto tiempo
más piensa durar.
Nuestro cuerpo es como una maqueta del universo. Para que
nos levantemos de la cama y cojamos el autobús y hagamos,
en fin, las tonterías que solemos hacer en el despacho,
tienen que ponerse en funcionamiento millones y millones
de recursos y células cuya mecánica ignoramos.
Lo más probable es que si la biología no mantuviera una presión
constante sobre el pie, éste amanecería convertido unas veces
en nabo y otras en remolacha. Tiene que ser muy costoso que se
mantenga con sus cinco dedos y sus uñas, siempre idéntico a sí
mismo. Los juanetes son una tontería. Lo verdaderamente milagroso
es que no sea todo juanete. O todo callo.
Sería fantástico poder trasladar este equilibrio orgánico a la
psicología. Que cada día nos levantáramos con el mismo estado
de ánimo, quiero decir.
Si todas las semanas tenemos el mismo número de dientes en la
boca, y el mismo número de lenguas y de papilas gustativas,
¿sería mucho pedir que, una vez alcanzado un carácter aceptable,
nos despertáramos todos los días con él? ¿Por qué unas mañanas
estamos tristes y otras alegres? ¿Por qué hay jornadas en las
que no saldríamos de la cama, mientras que otras estamos
deseando que amanezca para ponernos a trabajar?
¿Por qué, en lo psíquico, la oreja no es siempre oreja ni el
párpado párpado cada día? ¿Por qué somos una catástrofe
psicológica, mientras que desde el punto de vista físico
mostramos una estabilidad envidiable?
Es más, puestos a elegir, yo preferiría que la estabilidad de
mis órganos se trasladara a mi modo de ser, aun al precio de
que el hígado fuera unos días hígado y otros una planta carnívora,
o los riñones amanecieran convertidos en roca los lunes,
miércoles y viernes.
Por cierto, ¿por qué los jueves siempre son jueves? ¿Qué clase
de glándula les proporciona esa increíble estabilidad? ¿Cómo es
posible que ningún jueves, que yo sepa, haya amanecido lunes o
ningún marzo abril? ¿Por qué usted no es yo algunos días? ¿Por
qué yo soy incapaz de amanecer usted? Todo son preguntas.
De Juan José Millás
oportunidad de poneros este magnífico ensayo, cortesía de
mi amiga Julia Cano :
Asegura mi médico que es un milagro que la oreja sea oreja
todos los días. O que la nariz sea nariz, y así sucesivamente.
No es que quiera decir que lo normal es que la oreja sea un
día patata y otro zanahoria, sino que para mantener esa rutina
orgánica es preciso un mecanismo cuya complejidad es lo que
nos hace a usted y a mí prácticamente incomprensibles.
Y lleva razón mi médico. Personalmente, me parece asombroso
que la Luna salga todas las noches, y que los astros funcionen
con la precisión de un reloj suizo. Lo normal es que cada día
giraran a una velocidad diferente, incluso que algunos días
no giraran.
Y que los asteroides chocaran unos con otros todo el rato,
como los automóviles en la operación retorno. Pero ahí los
tienen ustedes, repitiendo cada hora lo mismo, con una
exactitud que no sabemos a qué se debe ni cuánto tiempo
más piensa durar.
Nuestro cuerpo es como una maqueta del universo. Para que
nos levantemos de la cama y cojamos el autobús y hagamos,
en fin, las tonterías que solemos hacer en el despacho,
tienen que ponerse en funcionamiento millones y millones
de recursos y células cuya mecánica ignoramos.
Lo más probable es que si la biología no mantuviera una presión
constante sobre el pie, éste amanecería convertido unas veces
en nabo y otras en remolacha. Tiene que ser muy costoso que se
mantenga con sus cinco dedos y sus uñas, siempre idéntico a sí
mismo. Los juanetes son una tontería. Lo verdaderamente milagroso
es que no sea todo juanete. O todo callo.
Sería fantástico poder trasladar este equilibrio orgánico a la
psicología. Que cada día nos levantáramos con el mismo estado
de ánimo, quiero decir.
Si todas las semanas tenemos el mismo número de dientes en la
boca, y el mismo número de lenguas y de papilas gustativas,
¿sería mucho pedir que, una vez alcanzado un carácter aceptable,
nos despertáramos todos los días con él? ¿Por qué unas mañanas
estamos tristes y otras alegres? ¿Por qué hay jornadas en las
que no saldríamos de la cama, mientras que otras estamos
deseando que amanezca para ponernos a trabajar?
¿Por qué, en lo psíquico, la oreja no es siempre oreja ni el
párpado párpado cada día? ¿Por qué somos una catástrofe
psicológica, mientras que desde el punto de vista físico
mostramos una estabilidad envidiable?
Es más, puestos a elegir, yo preferiría que la estabilidad de
mis órganos se trasladara a mi modo de ser, aun al precio de
que el hígado fuera unos días hígado y otros una planta carnívora,
o los riñones amanecieran convertidos en roca los lunes,
miércoles y viernes.
Por cierto, ¿por qué los jueves siempre son jueves? ¿Qué clase
de glándula les proporciona esa increíble estabilidad? ¿Cómo es
posible que ningún jueves, que yo sepa, haya amanecido lunes o
ningún marzo abril? ¿Por qué usted no es yo algunos días? ¿Por
qué yo soy incapaz de amanecer usted? Todo son preguntas.
De Juan José Millás
1 comentario
Julia -
Muchos besos.